lunes, 21 de noviembre de 2011

Un poco de historia para entrar en contexto

La historia del hombre ha sido acompañada por dos grandes animales mamíferos que han sido domesticados para ayudarles a atravesar las distintas épocas: el perro y el caballo. Este último ha sido un importante medio de movilización utilizado desde tiempos inmemorables, aproximadamente a partir del  año 4.000 a. C. En un principio, el caballo tuvo un papel importante como animal de caza, después fue utilizado para la guerra, y más adelante fue empleado como animal de tiro (halaban carretas, medio de transporte, o elementos del arado de tierras).  Más adelante serían los principales actores en un deporte único.

Desde el inicio de las Olimpiadas de la antigua Grecia se tienen registros de pruebas hípicas, que consistían en subir a una pequeña y ligera carreta que era tirada por un ágil caballo, a través de una pista que contenía algunos obstáculos (que servían para determinar la agilidad del equino). El caballo ganador era encomendado al dios Marte y su dueño, a cambio, recibía una gran cantidad de oro, vestidos y otros caballos.  Luego, el paso que dio inicio a las bases de la hípica moderna, fue dado por  la Royal Dublin Society, en Irlanda, donde se  desarrollaron los primeros torneos de saltos de altura.

Para darle mayor formalidad a este deporte, se creó la Federación Ecuestre Internacional (FEI), en noviembre de 1.921, que estableció los parámetros de los concursos. Este deporte tuvo un período de tiempo en el que casi desaparece, y ese es constituido por los años finales de 1.800 hasta 1.921 que volvió a ser incluido por Clarence von Rosen. Desde ese momento hasta hoy en día las pruebas de equitación incluyen: saltos, doma o adiestramiento, y concurso completo (que fusiona los saltos y el adiestramiento en distintos momentos, más la carrera cross country).

La participación de las mujeres en este deporte no se dio sino hasta 1.952, en doma; 1.956, en saltos, y en el concurso completo a partir de 1.964; de ahí en adelante, las pruebas son mixtas, mostrando la participación tanto de hombres como de mujeres en simultaneidad. 

*Hípica: también conocido como hipismo es un deporte ecuestre que consiste en montar al caballo a través de un determinado espacio, compitiendo contra el reloj y los diferentes obstáculos.
  

El cuento de una pequeña Amazona

Ese día recibí la mejor experiencia de toda mi vida. Monté un enorme caballo que no hacía esfuerzo alguno por aminorar su marcha, aun cuando yo halaba las riendas con todas las fuerzas que mi pequeño cuerpo podía dar. No fue un agradable viaje a través del picadero, pues las marcas de las pisadas de los caballos, que creaban pequeñas montañas a las cuales no estaba habituada, me hacían rebotar.  Traté de borrarlas usando mi imaginación y el cuerpo del caballo que  montaba, hasta que decidí relajar todos mis músculos y dejarme llevar por el suave paso que me mecía, casi que me arrullaba.

Desperté del trance al ver que una hermosa y esbelta mujer sorteaba a través de una pista con unos obstáculos que superaban la altura del equino que montaba. La agilidad y naturalidad que acompañaba a esa pareja me hizo pensar que cuando fuera mayor, podría dedicarme a realizar ese tipo de ejercicios  y sería la más grande e importante competidora de salto.
Terminé mi primera clase de equitación con una gran emoción interior y no pude dejar de pensar en el momento preciso en que la mujer terminó su recorrido y, dándole unas palmaditas de cariño al caballo en su cuello, lo llevó a dar un paseo por el bosque cercano (supongo que allí lo llevaba a descansar y así  fortalecer el lazo que los).  Recuerdo haber esperado largas horas a la mujer que habría despertado en mí ese gusto por la equitación que me acompañaría hasta el día de mi muerte. Al volver, le pregunté por el secreto de su enorme habilidad  y destreza, a lo que me respondió con una simple palabra: “perseverancia”.  Desde ese momento, no he olvidado el gran secreto que ella  me confió y siempre que traté de desertar, en cualquier cosa que hiciera, con solo recordar esa palabra, una enorme fuerza surgía de mi interior y no me dejaba caer; aún no lo ha hecho.

La alimentación

Es de gran importancia mantener al caballo alimentado correctamente puesto que esto será lo que le provea de energía para realizar todos los trabajos y ejercicios que se le pongan antes, después y durante las competencias. He aquí unos cuantos consejos para mantener saludable a su equino.

En primera instancia, debe variarse la alimentación de caballo, proporcionándole distintos tipos de víveres que no consistan únicamente en heno y pasto, sino también en diferentes clases de concentrados y una u otra fruta o vegetal. Es esencial darle agua constantemente puesto que esta consiste en el 60% de su peso corporal y es necesaria para mantenerlo saludable e hidratado.

En segunda instancia, debe crearse una rutina alimentaria en la que se incluya la variación de la comida, puesto que estos animales son de costumbres y si se les varía la alimentación pueden sufrir una alteración intestinal generándole grandes dolores. Del mismo modo, es necesario tener en cuenta que el caballo no puede, al igual que los hombres, realizar trabajos forzosos luego de haber comido, por eso es de gran importancia darle un tiempo de reposo de al menos dos horas antes de retomar los ejercicios.

Por último, no olvide vigilar la calidad de los alimentos que recibe su caballo puesto que una buena alimentación asegura un mejor desempeño. Y recuerde que es de gran importancia mantener siempre limpios los lugares donde coloca el agua y la comida de su animal, no solo donde estos toman los alimentos, sino también donde son almacenados; esto evitará que el animal se contagie de cualquier enfermedad por microbios o virus. Todo esto ayudará a mantener y mejorar el rendimiento del caballo en los concursos y en el entrenamiento para los mismos.

Cuidado con lo que comes

Pegaso era el caballo más lindo y mejor cuidado del criadero La esperanza, tenía a su disposición tres palafreneros que cuidaban de él las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Su entrenamiento consistía en: salto, dos largas horas por la mañana; adiestramiento, otras dos en la tarde, y por la noche (no muy tarde) salía a pasear por los terrenos del criadero.

Su vida era todo lo que cualquiera desearía, pero casi llegaba a los cuatro años y nadie se había decidido a comprarlo. No era algo que le preocupara, pero sí sentía una enorme envidia al ver cómo siempre llegaban potenciales compradores y se iban del criadero con otro caballo menos imponente que él. ¿Qué era lo que los otros caballos tenían que los hiciera más atractivos ante los compradores? Esa era una pregunta que tenía siempre en la cabeza y estaba resuelto a responderla.

Un día se levantó y decidió investigar por qué nadie había, ni si quiera, querido mirarlo para comprarlo; logró descubrirlo tras dos largos meses de búsqueda. Sucedió un martes en la tarde mientras le cepillaban la crin, escuchó a unos  palafreneros hablando sobre un gran caballo que no podía venderse porque este significaba un valioso elemento en la familia. Resulta que había nacido el mismo día que la hija del dueño de La esperanza, prácticamente habían hecho las mismas cosas al tiempo. Si, suena un poco raro decir que estos dos seres de razas diferentes pudieran lograr hacer todos los primeros pasos de un recién nacido al mismo tiempo, pero parece que un lazo más allá de lo normal los unía y por eso no podían separarse. Pegaso no recordaba nada de lo sucedido, por lo que alcanzó a pensar que se trataba de otro caballo; sin embargo, a la media noche, en medio de un extraño sueño, pudo recordar a una pequeña niña de cabellos rubios y ondulados con quien correteaba por los altos pastizales que rodeaban el criadero.
A la mañana siguiente no pudo dejar de pensar en aquella niña y recordó que no la había vuelto a ver. Volvió a su mente una de sus memorias  de tiempos pasados, un día de tantos como esos en los que paseaba junto a la pequeña , en el camino de regreso, pasó derecho hacia su establo pues estaba muy cansado. La niña había ido tras él y se había quedado dormida a su lado. Nadie sabía el paradero de la pequeña, hasta que la encontraron junto a Pegaso, durmiendo como un angelito. De ahí en adelante, ambos durmieron juntos, por lo menos hasta que la niña quedara profunda  porque o sino era un completo lío llevarla a la cama.

Aún no quedaba resuelto el dilema de la desaparición de la pequeña, no era lo suficientemente pequeña como para depender completamente de sus padres, pero tampoco era tan grande como para volverse una mujer independiente. Trataba de recordar, casi a diario, qué era lo que había sucedido y no podía dar con la respuesta, nadie había vuelto a hablar del caballo o de la niña. Sabía que no podía ser algo bueno si de las bocas de la gente no salía una sola palabra sobre el tema. Tardó otros tres años sin saber nada, pensando cada día en lo que podía ser.

Mientras tanto, del otro lado del charco, se sentaba una bruja con su hija. Ya había cumplido sus trece años y era tiempo de enseñarle a preparar las mejores pociones que sabía. Era una joven muy hábil y aprendió con gran facilidad lo que a muchos les había costado casi un cuarto de vida. Solo debía pasar un examen que consistía en transformar la vida de un ser vivo tras darle la poción y darle muerte al instante. Eso era algo que ella no se atrevía a hacer, era una bruja pero eso no la convertía en asesina; el problema era que si no lo hacía el malvado ogro podría acabar con su vida y la de su madre porque esta última estaba perdiendo su fuerza y los conjuros que hacía solo podían retener al monstruo por un corto tiempo.
 
Tenía que encontrar a ese ser vivo, pero solo contaba con dos días para hacerlo, así que se apresuró y dejó que los rumores de la naturaleza le ayudaran. Escuchó a Pegaso pidiendo tratar de recordar qué había sucedido con la niña, pero también oyó a su corazón latir lentamente porque los años comenzaban a asentarse sobre él. Decidió visitarlo y proponerle ayudarlo a responder sus preguntas, con la condición de que le dejase cumplir con los requerimientos del examen para convertirse en una verdadera bruja.
No le sorprendió que el caballo aceptara y le explicó cómo iba a funcionar todo. Él debía tomar la poción preparada, pedirle que respondiera la pregunta y morir. Sonaba sencillo, pero no había vuelta atrás.
Cuando bebió la poción, sintió  un calor que invadía todo su cuerpo y luego, todo quedó en silencio. La joven bruja había completado su examen y ahora podía atacar al ogro, matarlo si era necesario porque ya estaba cansada de huir.

Siendo un poco mayor, la bruja descubrió que era imposible matar al ogro porque este no solo era su padre, sino que también era el encargado de todo el mundo mágico y sin él, todo sería caótico (raro que lo fuera, si los ogros no son precisamente los más ordenados). Pero en fin, decidió que era tiempo de ponerle fin a todo el sufrimiento de ser perseguida por ese monstruo, y fue así como murió en las afueras de La esperanza, sin que los trabajadores o los habitantes de ese lugar supieran de su existencia y de lo que en realidad había sucedido con Pegaso.

En cuando al animal, sabemos que murió. Pero su cabeza y corazón quedaron tranquilos al saber la verdad. La niña había muerto hacía unos años debido a que su comida había sido envenenada por una sucia rata. Pegaso no recordaba lo sucedido porque en esa época se había enfermado del estómago y le había tocado reposar por un mes completo. No recordaba a la niña porque para él ella era un simple sueño que aparecía cuando él la invocaba, además hacía mucho tiempo que ella lo había dejado de visitar porque era su deber concentrarse en sus estudios y él había empezado su entrenamiento, lo que lo dejaba con poco tiempo para pensar en la pequeña de cabellos rubios y ondulados.

Para el resto de personas en La esperanza el caballo había muerto por envenenamiento, una sucia rata había estado comiendo y viviendo donde se almacenaba el alimento del caballo. Nadie la había notado porque era muy ágil, pero como ya había causado dos muertes, decidieron fumigar el lugar. Fue así como murió la sucia rata.     

Cuando un caballo es cazado

El látigo ensordecedor volvió a rasgar la piel peluda, sangrienta y sudada del animal. Fue así como se apagó el latido del corazón de ese enorme equino de cuatro patas, negro y enorme que nació algún día en una finca en un país muy lejano. No había nacido para trabajos forzosos porque sus padres provenían de un prestigioso linaje de pura sangre inglesa que eran utilizados para el deporte hípico, así que su destino estaba fijado desde antes que fuera concebido.

Tenía la agilidad y la fuerza de sus antepasados aun cuando solo contaba con 10 meses de nacido, pero lo más hermoso de este ejemplar era su pelaje negro que lo cubría casi en su totalidad. Fue por ese motivo que el famoso criador de caballos y excelente jinete, Juan Antonio Jiménez, decidió comprarlo y amaestrarlo en el arte del hipismo. Le enseñó a trotar con la cabeza siempre en alto, a galopar con la simple sensación de necesidad de aumentar la velocidad (cuando el jinete lo deseaba) y a obedecer a la primera orden, todo sin golpearlo una sola vez. Estaba más que claro que hasta el más mínimo deseo del dueño, el caballo lo cumplía y con honores, pues su relación estaba basada en el respeto mutuo.

Así fue como ganaron una gran cantidad de trofeos y medallas en todas las expresiones hípicas, desde el salto hasta el adiestramiento, sin dejar de lado el que los combina a ambos. No se puede decir que siempre fueran primer lugar esos premios puesto que, al igual que él, muchos otros caballos contaban con excelentes entrenadores y también venían de padres que  habían logrado grandes hazañas en sus épocas gloriosas. Pero este ejemplar siempre logró destacarse en los concursos y de eso se enorgullecía Juan Antonio Jiménez, quien decidió que finalmente había llegado el momento para prolongar el linaje del caballo, cruzándolo con una yegua  que también había dejado frutos a sus dueños y, además, era color negro como él. Para lograrlo, el caballo debía pasar todo un mes en la finca de los dueños de la yegua, como siempre se había hecho con todos los de esta especie desde que el hombre había decidido amaestrarlos.

Llevaba dos semanas en ese nuevo sitio con olores distintos a los que acostumbraba, junto a una yegua de su misma especie que había visto varias veces en los concursos a los que Juan Antonio Jiménez lo había llevado. Todo era nuevo y extrañamente hermoso, pero no podía soportar la idea de estar alejado de su dueño, necesitaba a ese hombre que se había convertido en el único ser viviente que entendía lo que hacía.  
Por eso fue que se emocionó cuando un camión llegó en horas de la noche a recogerlo.  No se dio cuenta de que este remolque no se parecía en lo más mínimo al que usaba siempre que se movilizaba sino hasta que despertó al otro día y no pudo reconocer la puerta por la que entraba o salía.

Llegó a un sitio al que le hacía falta el olor a pasto y hojas de árboles. Evitó desde el primer paso el camino hacia el establo y tampoco dejó que le pusieran la silla, las riendas o cualquier elemento hípico  porque no estaba seguro de que fuera su dueño el que dejara colocar sobre su cuerpo esas cosas viejas y usadas, cuyo olor era más cercano al sudor que al jabón. Sin embargo, todo quedó más claro cuando vio a ese enorme, gordo y viejo hombre que se aproximaba caminando con sus botas, de las cuales salían un par de protuberancias plateadas con puntas afiladas. Este hombre tenía gran fuerza y determinación así que logró ensillar al caballo y, acto seguido, montó sobre el animal.
 Como el cuadrúpedo no seguía una sola orden que el grasiento hombre le daba, este optó por utilizar sus espuelas, causando un gran dolor en el animal. Este último se vio resignado a hacer cualquier cosa que el hombre le ordenase, pero los golpes con las espuelas no cesaron y rápidamente fueron cambiados por métodos más agresivos que incluían el golpe con cualquier objeto contundente que se encontrara a la mano, por lo que de aquel caballo tan hermoso que alguna vez nació, lo único que quedó fue un harapiento y viejo semental de color indeterminable.

Al cabo de tres meses, el caballo no puedo más con ese trato y decidió que ese día todo iba a acabar, lucharía hasta que la última gota de sangre se escurriera de su cuerpo. Y así hizo, no acató una sola orden y fue de esta manera como los usuales golpes comenzaron; el caballo solo pensaba en su adorado amo que le había tratado con todo el respeto y cariño posibles. De esta forma fue que logró noquear a un par de hombres, pero su cuerpo cedió con el último golpe de látigo que recibió por parte de ese horrible ser humano que no comprendió cómo debía ser la relación entre el hombre y el caballo. 

¿Relación depredador- presa?

Dicen que a veces es necesario pensar como la presa para calcular su próximo movimiento; sin embargo, en muchas ocasiones es más fácil establecer una reciprocidad armoniosa entre el jinete y su caballo que pensar en sostener una relación cazador- cazado. De acuerdo con esto es posible decir que no, no creo que debería existir y aun así se ve esa relación tan aberrante entre ese par de animales que al estar uno sobre el otro se convierten en uno solo, pues de ser así sería muy difícil entregarle con tanta facilidad a ese cuadrúpedo la gran responsabilidad de proteger nuestra vida aun cuando el trayecto sea plano.

No estoy diciendo que nunca se haya visto ni haya existido un jinete que no golpee a su caballo, porque desde tiempos muy lejanos la gente lo hace, por motivos diferentes como creer que de esta forma el cuadrúpedo hará más caso, o por la enorme furia interna que tiene dentro de sí por alguna razón que interfiera en su vida personal, e incluso porque puede resultar divertido para quien lo hace (sí, suena raro reconocer que hay personas tan extrañas que encuentran placentero el sufrimiento de los demás, pero las hay y toca vivir con esa realidad). El problema es que el caballo es un ser viviente y, como no se queja porque no puede hablar, entonces no le prestamos la debida atención a nuestros actos hacia él; es por eso que dispongo el link para la siguiente página que no sólo discute algunos aspectos sobre el deporte hípico, sino que también establece una serie de normas para mejorar la convivencia entre el hombre y la “bestia”.

Por otro lado, para proponer una posible solución al, llamémoslo problema, entre el caballo y su jinete, debe tenerse en cuenta el estado mental con el que se sube al equino pues ellos perciben a través de las riendas (y de cualquier tipo de  contacto físico) lo que la persona está sintiendo y eso lo expresa o lo libera mediante sus actos; así que si tienes hipofobia (también conocida como equinofobia) lo mejor es tomar una gran bocanada de aire y entrar paulatinamente en contacto con el animal hasta que el miedo pase. 

El día más esperado

Era el día que tanto había estado esperando. Por fin todos esos interminables días de práctica se iban a evidenciar frente a un montón de personas que casi no conocía, unos jueces que decían saber todo sobre equitación y más aún sobre la hípica. Era joven, pero ante sí tenía la oportunidad de su vida, esto le permitiría tener acceso a una vida llena de lujos y placeres con los que no contaba por tener que vivir bajo el techo de su poco amistosa tía.

Recordó cada paso que había dado ese día antes de subir en el caballo, desde el sonido del despertador que le quitaba el sueño cada día, hasta la sensación del lodo en la suela de sus botas. Ese despertador que hacía un ruido como el de una golondrina desafinada y mojada le hacía levantar de la cama para preparar su desayuno y el de los demás de la casa. Ese día comió una fruta porque el estómago lo sentía pequeño, pero aunque partió en pequeños trocitos lo que iba a comer, cada uno de estos llegó a su estómago como una fuerte bola de carbón prendida en fuego.   Le temblaba cada extremidad de su cuerpo porque la emoción le había invadido, sentía que ese iba ser el principio del fin.
Tomó todos sus elementos de equitación: las botas, el casco, la fusta y los guantes, y los acomodó en su maletín azul. Se había bañado con agua muy tibia porque quería que esta le calmase un poco, pero cuando salió de la ducha volvió a sentir los temblores. Se vistió con los briches, una camiseta polo blanca, el blazer negro y unos tenis para el rato porque no quería ensuciar sus botas con el lodo que se había formado por las fuertes lluvias de días anteriores. Hoy había muy pocas nubes y el sol parecía tan fuerte que hasta podría secar todo el terreno. Pero no se hizo falsas ilusiones y por eso guardó un paraguas en el carro y salió hacia el club hípico en el que se presentaría su gran oportunidad.

Al llegar al club caminó hacia la pesebrera donde le aguardaba su fiel caballo. No quiso estar con él mucho tiempo porque no quería impregnarle los nervios, uno de los dos debía tranquilizar al otro, así que salió a encontrarse con su profesor. En el camino chocó su pie contra un pequeña roca que casi le hace besar el piso, pero en ese momento pasó por su lado un señor que le evito la caída; además, no sentía correr por sus venas ni una gota de amor por la tierra mojada. Llegó donde se encontraba Alfredo y conversó con él sobre la rutina que iría a presentar ante los jueces. La dijo de memoria, con éxito,  unas cinco veces para comprobar que no la iba a olvidar. Escuchó el sonido de su estómago y se dispuso a  ir a comprar un sándwich  de jamón y queso para callar el sonido, pero antes de que pudiera levantarse de la silla en la que se había sentado junto a Alfredo, llegó  un gran amigo con el que había entrenado durante los últimos dos meses. No dudó ni un segundo en ir a saludarlo porque sentía que era su hermano, pero este parecía muy ocupado en sus propios asuntos, así que no interrumpió su conversación. Finalmente llegó al comedor, donde pidió su sándwich y un vaso de agua (todavía sentía pequeña la boca de su estómago pero tenía que comer algo porque o sino iba a desmayarse). Llevó la comida a su boca pero no pudo saborear el jamón, el queso o el pan porque hacía grandes mordiscos y a duras penas masticaba lo que comía. Tenía que relajarse y por eso fue hacia el carro, donde guardaba un termo con un té de yerbas que había preparado por la mañana y que aún seguía caliente.

Caminó un poco alrededor del carro hasta que sintió que el temblor cesó  y su respiración se normalizó. Ya casi eran las 2:00pm y debía prepararse para montar el caballo, llevarlo a calentar y luego a concursar. Agarró sus botas del maletín azul, se quitó los tenis y se puso el casco, y tomó la fusta. Se preparó para montar a su gran amigo, colocó su pie izquierdo sobre el estribo y con un pequeño impulso montó al animal que hasta el momento no lo había decepcionado. Se sentía feliz porque estaba a punto de lograr transformar su vida. Llevó al caballo hacia el picadero para calentar, comenzó con unas vueltas caminando para conectase con el animal, luego lo hizo trotar un poco (haciendo giros de vez en cuando y cambiando de sentido cada que podía), después hizo que el caballo galopara libremente. Así siguió su calentamiento, hasta que escuchó su nombre por el parlante y se dirigió hacia el otro picadero, donde estaba llena la tribuna y los jueces lo esperaban.

Mientras se dirigía hacia el otro picadero recordó nuevamente su rutina. Llegó a su destino, saludó a los jueces bajando la cabeza y comenzó a recorrer la pista haciendo las vueltas, los cambios de cadencia, y todo lo que había practicado durante esos dos meses. Salió perfecta su presentación y no olvidó despedirse de los jueces. De regreso al establo sintió que todo ese esfuerzo que había puesto esas ocho semanas  habían rendido frutos, pero de su mente no salía el pensamiento de que podría acabar todo. No podía ilusionarse por unos resultados que solo resonaban en su cabeza, así que decidió ir a saludar por fin a su amigo. Lo encontró sentado en las gradas, mirando a los otros concursantes; este le dio un gran abrazo de felicidad, se veía en sus ojos el orgullo que sentía.
 Terminaron de mirar a todos los concursantes, siempre con la expectativa de que alguno se equivocara (porque está en la naturaleza del hombre esperar el fracaso de los demás para asegurar su propia victoria), pero casi ninguno cometió faltas, así que la tensión aumentó en todo el lugar.

Finalmente sucedió, los jueces habían decidido quiénes eran los ganadores y se disponían a leer el primer lugar, pero tuvieron que aclarar ante todos que, como la competencia había estado tan reñida, habían decidido premiar a dos concursantes por su excelente desempeño. Después del primer nombre, todo quedó en silencio.